Introducción
“La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en
el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual
cada ocho días, en el día que se llama con razón `día del Señor’ o
domingo» (SC 106). El día de la Resurrección de Cristo es a la vez el
«primer día de la semana», memorial del primer día de la creación, y el
«octavo día» en que Cristo, tras su «reposo» del gran Sabbat, inaugura
el Día «que hace el Señor», el «día que no conoce ocaso» (Liturgia
bizantina). El «banquete del Señor» es su centro, porque es aquí donde
toda la comunidad de los fieles encuentra al Señor resucitado que los
invita a su banquete (cf Jn 21,12; Lc 24,30):
El día del Señor, el día de la Resurrección, el día de los cristianos, es
nuestro día. Por eso es llamado día del Señor: porque es en este día
cuando el Señor subió victorioso junto al Padre. Si los paganos lo
llaman día del sol, también lo hacemos con gusto; porque hoy ha
amanecido la luz del mundo, hoy ha aparecido el sol de justicia cuyos
rayos traen la salvación (S. Jerónimo, pasch.).
Aunque estemos en una situación especial y no podamos
reunirnos en asamblea santa para celebrar el banquete del Señor, que
siempre nos da nueva vida, el domingo, como dice San Jerónimo, sigue
siendo nuestro día, de ahí la conveniencia de juntarnos en familia para
escuchar la palabra de Dios y, movidos por la misma, interceder por
todos los hombres.
Es la intercesión de la fe puesto que “Los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.
GS, 1
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ORACIÓN EN FAMILIA
A causa de la restricción por la declaración del Estado de Alarma
INTRODUCCIÓN
Guía:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
Guía:
Tú, Señor, amas a todas tus criaturas, y no aborreces nada de lo que
hiciste; Tú olvidas los pecados de quienes se convierte y los perdonas,
porque tú eres el Señor, Dios nuestro.
Todos:
Gloria a ti, Padre, que nos amas con infinita ternura.
Gloria a ti, Hijo Unigénito que ofreces el perdón del Padre.
Gloria a ti, Espíritu Santo, amor derramado en nuestros corazones.
Bendito el Señor por los siglos.
ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Guía:
El Señor Jesús ha prometido estar siempre en medio de nosotros,
reunidos en su nombre, hasta el fin del mundo. Aunque ahora no
podemos reunirnos junto a nuestros hermanos para la celebración,
queremos celebrar este tiempo de Cuaresma junto con toda la Iglesia.
Las dificultades de salud de tantas personas, los esfuerzos que se
hacen para curarles, las incomodidades que todos tenemos que
afrontar nos piden abrir nuestro corazón y orar con mayor intensidad
por todos.
Lectura del Evangelio
Guía:
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Escuchemos con fe la Palabra de Dios que nos anuncia la misericordia
de Dios hacia nosotros.
Se eligen las lecturas correspondientes a cada domingo de Cuaresma:
IV Domingo (Jn 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38)
Lector:
En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego
de nacimiento.
Entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva,
se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa
Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían
verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
«El mismo».
Otros decían:
«No es él, pero se le parece».
Él respondía:
«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que
Jesús hizo barro y
le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había
adquirido la vista.
Él les contestó:
«Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de los fariseos comentaban:
«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
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«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a
nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
«¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».
Él dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante él.
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
El esfuerzo cuaresmal va llegando a su fin. La ceguera caracteriza la
situación del hombre que le impide caer en la cuenta en el sentido
que su vida tiene y la meta hacia la que debe caminar (Jn. 12,35). Ser
ciego, en este contexto del evangelio, es encontrarse lejos de Dios,
carecer de esperanza y abandonado a su propio destino. La
humanidad –peregrina en las tinieblas- a causa de su pecado, se
encuentra en una situación de esclavitud y miseria. Jesús, mediante
la encarnación, entra en la historia de la humanidad para sacarla de
esta situación y llevarla a la luz que es el mismo Dios. San Agustín
afirmará: “El género humano está representado en este ciego, y esta
ceguera viene por el pecado del primer hombre, de quien todos
descendemos. El Señor escupió en la tierra y con la saliva hizo lodo,
porque el Verbo se hizo carne”. Por tanto:
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• La encarnación de Jesús aporta al mundo la luz de la fe.
La humanidad participa del misterio de la encarnación mediante el
lavado bautismal. Antes de encontrarse con Cristo era esclava del
pecado que conducía a la muerte. En la Encarnación, Jesús asume
sobre sí el pecado del mundo, para librarlo de la situación en la que
se encuentra. Dicho de otra manera, en los sacramentos de la
iniciación cristiana, quien los recibe, entra a formar parte de Cristo y
es renovado internación gracias al don de la filiación. Por medio del
Bautismo, fruto del encuentro con el Señor, deja de ser hijo de las
tinieblas para pasar a la luz admirable de la filiación por adopción.
Por lo tanto:
• El Bautismo es un auténtico renacer.
V Domingo (Jn 11, 3-7. 17. 20-27. 33b-45)
Lector:
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron
recado a Jesús diciendo:
«Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria
de Dios, para que el
Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de
que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro,
mientras María se quedó
en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero
aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
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«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía
que venir al mundo».
Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido
que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una
cavidad cubierta con
una losa. Dijo Jesús:
«Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
Jesús le replicó:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me
escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que
crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«Lázaro, sal afuera».
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El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara
envuelta en un sudario.
Jesús les dijo:
«Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había
hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor.
Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Con el Bautismo se realiza el primer paso de la muerte a la vida para
vivir del Espíritu del Resucitado; la resurrección de Lázaro es garantía
de la vida nueva de la que vivirá el cristiano en virtud del don del
Espíritu Santo. En un himno de Adviento se celebra que el Hijo de
Dios “llevado de su inmensa compasión se hizo medicina para un
mundo que agonizaba”.
Esta vida, encarnada, en la persona de Jesús, el hijo de María, se
revela y comunidad por medio de la Palabra tal como Jesús realizó
con Lázaro. San León Magno afirma que las palabras y los gestos de
Jesús dan al hombre la salvación y la vida. Esto es un sacramento
Por lo tanto:
• Jesús es sacramento de la vida divina. La actitud compasiva del
Señor frente a la miseria humana, representada en la muerte
de Lázaro, es principio de la vida nueva que se nos ofrece en
los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
• Los sacramentos, por tanto, son fuente de vida divina. La
encarnación de Cristo se prolonga en la Iglesia y por medio de
los sacramentos de la fe, podemos vivir la vida nueva fruto de
la pascua del Señor.
Uno de los presentes puede decir:
Dios nos llama a volver a él. Él ha dispuesto este tiempo propicio que
es la Cuaresma para acoger el abrazo del Padre. El Señor Jesucristo ha
venido al mundo como luz y como vida y por esto quiere que acojamos
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la vida nueva que él nos regala y, volviendo a la confianza en el amor
misericordioso del Padre, seamos justos y nos limpiemos de todo
pecado.
Salmo 51 (50)
Guía:
Invoquemos con las palabras del salmo nuestro deseo de perdón y de
confianza en la
misericordia de Dios
Lector:
Perdón, Señor, hemos pecado.
Todos:
R. Perdón, Señor, hemos pecado.
Lector:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa. R
Lector:
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R.
Lector:
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre. R.
Lector:
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve. R.
Lector:
Hazme oír el gozo y la alegría,
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que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa. R.
Lector:
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.
Lector:
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R.
Lector:
Líbrame de la sangre, oh, Dios, Dios, Salvador mío,
Y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. R.
Lector:
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo
querrías.
El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado;
Un corazón quebrantado y humillado, tú, oh, Dios, no lo querrías. R.
Lector:
Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de
Jerusalén:
Entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos,
Sobre tu altar se inmolarán novillos. R.
ORACIÓN DE INTERCESIÓN
Guía:
El anuncio de la misericordia del Señor nos llena el corazón de
esperanza, sabiendo que el Señor tendrá piedad de nosotros, nos hará
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pregustar la dulzura de su amor y cumplirá para nosotros sus promesas
de salvación. Con plena confianza decimos:
Ten piedad de nosotros, Señor.
Todos:
Ten piedad de nosotros, Señor.
Lector:
– Oremos por la santa Iglesia de Dios, extendida por toda la tierra y
presente también
aquí, donde estamos reunidos en el nombre del Señor Jesús:
para que en todos los discípulos de Cristo haya un deseo vivo de
conversión y de santificación en este tiempo de Cuaresma,
oremos.
– Oremos por los ministros de la Iglesia, por el obispo Jesús, por los
presbíteros y los diáconos:
para que, en su servicio, en la celebración de la Misa, del
sacramento de la penitencia y en el anuncio de la Palabra de
Dios, manifiesten la ternura de Dios que perdona y llama a la
conversión, oremos.
– Oremos por nosotros, pecadores:
para que despreciemos el mal que nos humilla, y tengamos
confianza en el Señor, que nos llama a conversión, viviendo una
auténtica penitencia cuaresmal, oremos.
– Oremos por todos los enfermos, por aquellos que en su tribulación se
sienten solos, olvidados (se pueden recordar a algunas personas
queridas para la familia),
para que el Espíritu Santo les consuele, oremos.
– Oremos por todos los médicos, enfermeros, investigadores, aquellos
que cuidan a los enfermos:
para que en la lucha contra el mal no se desanimen, sino que
colaboren con la gracia de Dios por el bien de las personas más
débiles, oremos.
– Oremos por los gobernantes y por las personas que tienen alguna
responsabilidad civil y política:
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para que iluminados por la Sabiduría divina en el ejercicio de su
autoridad busquen siempre el bien común y el progreso de la
sociedad, oremos.
– Oremos por los difuntos de nuestra familia:
para que puedan contemplar el rostro de Dios a quien amaron
en su vida terrena, oremos.
Se pueden incluir alguna intención particular.
Padre nuestro
Guía:
Concluyamos nuestra oración como el Señor Jesús nos enseñó, quien
llama Padre a quien nos creó y nos salvó:
Todos:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
y perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Oración final
Guía:
h, Dios,
que tienes piedad de los que se arrepienten
y das tu paz a los que se convierten,
recibe la oración esta familia
con bondad paterna y bendícenos
a nosotros, tus hijos,
porque a través del itinerario espiritual de la Cuaresma
queremos renovar nuestro corazón para celebrar la Pascua de tu Hijo,
Cristo nuestro Señor.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
O
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Todos: Amén.
Guía
Antes de concluir se reza a la Virgen por la situación sanitaria actual:
Oh, María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y esperanza.
Nosotros nos encomendamos a ti, salud de los enfermos,
que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo, sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás para que,
como en Caná de Galilea,
pueda regresar la alegría y la fiesta después
de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos dirá Jesús,
que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos.
Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos,
a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Guía (mientras todos hacen la señal de la cruz).
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
Todos: Amén.