El Monte Carmelo fue desde tiempos inmemoriales un sitio de peregrinación.
En el siglo XIII, uno de los monjes carmelitas, San Simón Stock, recibe de manos de la mismísima Virgen María el escapulario.
El que se transforma en el símbolo de dicha congregación.
Nuestra Señora del Carmen es una de las advocaciones de María mas extendidas en el mundo
Es patrona de diferentes países, entre ellos Chile e Israel y de cientos de ciudades.
También es patrona de los pescadores y navegantes, y de la Marina.
Desde que los antiguos ermitaños se establecieron en el Monte Carmelo, los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen.
Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada.
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Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
A mediados del siglo XII, un grupo de devotos de Tierra Santa procedentes de Occidente -algunos creen que venían de Italia-, decidieron instalarse en el mismo valle que sus antecesores y escogieron como patrona a la Virgen María.
Allí construyeron la primera iglesia dedicada a Santa María del Monte Carmelo.
Desde su monasterio, en el principio, no quisieron crear una nueva forma de culto mariano, ni tampoco, el título de la advocación, no respondían a una imagen en especial.
Quisieron vivir bajo los aspectos marianos que salían reflejados en los textos evangélicos: maternidad divina, virginidad, inmaculada concepción y anunciación.
Estos devotos que decidieron vivir en comunidad bajo la oración y la pobreza, fueron la cuna de la Orden de los Carmelitas, y su devoción a la Virgen permitió que naciera una nueva advocación: Nuestra Señora del Carmen.
La fiesta de Nuestra Señora del Carmen es el 16 de julio, ya que según la tradición, fue el 16 de julio de 1251 la fecha del regalo del escapulario por parte de la Virgen a San Simón Stock.
EL MONTE CARMELO Y EL ANTIGUO TESTAMENTO
Carmen viene de Carmelo, un monte situado en la población marítima de Haifa en el norte de Israel, en la zona de Galilea.
Precisamente, Karmel (Carmen) significa en hebreo “jardín” y en latín “poesía”.
La memoria de Elías se guardó siempre viva de modo particular en el Monte Carmelo, donde se eligió seguir al Dios de Israel.
Según el relato, Primer libro de los Reyes, capítulo 18, el sacrificio de Elías, consumado por el fuego que descendió del cielo, mostró al pueblo que Yahvé era el verdadero Dios.
Allí se nos dice que las gentes de aquellas tierras de Haifa adoraban en su amplia mayoría al dios pagano Baal.
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El profeta Elías, que predicaba los mensajes del Señor, sin recibir demasiadas respuestas de los habitantes, les propuso que organizaran conjuntamente un sacrificio a la ladera del Monte Carmelo.
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Cada uno rogando a su respectivo Dios, para invocar la lluvia, ya que habían estado 3 años de sequía.
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En primer lugar lo hicieron los partidarios de Baal, sacrificando un novillo en medio de oraciones, pero no obtuvieron respuesta.
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Inmediatamente Elías y sus pequeños seguidores cogieron otro novillo y al cabo de pocos instantes cayó fuego sobre el altar y sonaron grandes truenos.
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Elías invitó a uno de sus seguidores para que subiera a la cima de la montaña y desde allí éste le dijo:
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“Una nube pequeña como la palma de la mano de un hombre sube del mar”.
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De pronto, el cielo se oscureció con nubes y viento, y cayó una lluvia abundante.
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Cabe decir que algunos religiosos carmelitas y escritores del siglo XIV vieron en la mencionada nubecilla la presencia de la Virgen.
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Faltaban unos 900 años para que María naciera.
Elías estuvo disponible para la obra de Dios y enviado a proclamar su palabra.
Emprendió un largo viaje por el desierto, un viaje que lo dejó exánime.
Se cobijó bajo un árbol y pidió la muerte.
Pero Dios no permitió su muerte, sino que lo impulsó a continuar su viaje hasta el monte Horeb.
Cuando llegó, Dios se mostró a Elías, no en los consabidos signos del antiguo testamento: fuego, terremoto o del fuerte viento, sino en una ligera brisa.
Elías fue enviado nuevamente a su pueblo para continuar cumpliendo la voluntad de Dios.
LA ORDEN CARMELITA
La fecha de fundación de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo ha sido objeto de discusión desde el S.XIV hasta hoy.
La Orden reivindica como sus fundadores a los profetas Elías y Elíseo.
Sin embargo los modernos historiadores, empezando Baronius, niegan su existencia antes de la segunda mitad del XII.
Durante la época del Profeta Samuel existía en Tierra Santa una organización conocida como los Hijos de los Profetas, que en muchos aspectos se asemejaba a un instituto religioso de tiempos posteriores.
Vivían en comunidad y aunque no pertenecían a la tribu de Leví, se dedicaban al servicio de Dios.
Profesaban especial obediencia a los superiores, los más famosos de los cuales fueron Elías y su sucesor Elíseo, ambos relacionados con el Monte Carmelo.
El primero con sus disputas con los sacerdotes de Baal, el segundo por su prolongada residencia en la montaña santa.
Con la caída del Reino de Israel, los Hijos de los Profetas desaparecieron de la historia.
En el siglo III o IV de la Era Cristiana el Carmelo era un lugar de peregrinación, como lo demuestran numerosas inscripciones en Griego en los muros de la Escuela de los Profetas: “Recuerda a Juliano”, “recuerda a Germánico”, etc.
Algunos de los Padres, especialmente Juan Crisóstomo, Basilio, Gregorio Nacianceno y Jerónimo, siguieron a Elías y Elíseo como modelos de perfección religiosa y patronos de eremitas y monjes.
El monje griego John Pocas, que visitó Tierra Santa en 1185 relata que encontró en el Carmelo, un Calabrian (es decir un occidental) monje.
Quien en un momento con la fuerza de una aparición del Profeta Elías, había congregado en torno a él a 10 eremitas con los que había iniciado vida religiosa, en un pequeño monasterio cerca de la gruta del profeta.
Se puede demostrar que hasta 1210 no se había fundado ninguna comunidad excepto una cerca de Antioquia, que estaba sujeta al patriarca de la ciudad.
Después de este dato nuevas comunidades aparecieron en San Juan de Arce, Tiro, Trípoli, Jerusalén, en el Quarantena, en algún lugar de Galilea (monasterium Valini) y en otras localidades que son desconocidas, en total hasta 15.
Algunas fueron destruidas tan pronto como fueron levantadas y algunos hermanos fueron asesinados por los sarracenos.
Algunas veces los eremitas fueron sacados del Carmelo, pero siempre volvían; incluso edificaron un nuevo monasterio en 1263, en conformidad con la regla revisada y una aceptable gran iglesia, aún visible hacía el final del S.XV.
Sin embargo la situación de los cristianos había llegado a ser tan precaria que la emigración se hizo obligatoria.
Así, colonias de ermitaños se asentaron en Chipre, Sicilia, Marsella y Valenciennes (1238).
Algunos hermanos de nacionalidad inglesa acompañaron al Barón de Vescy y Grey en su viaje de retorno de la expedición de Ricardo, Conde de Cornualles (1241).
Y fundaron en Hulne cerca de Alnwick en Northumberland, Bradmer (Norfolk), Aylesford y Newenden (Kent).
San Luis, Rey de Francia, visitó el Monte Carmelo en 1254 y trajo seis eremitas franceses a Chareenton cerca de París en donde les dio un convento.
El Monte Carmelo fue tomado por los sarracenos en 1291, los hermanos, mientras cantaban la Salve Regina fueron degollados y el convento quemado.
Con la llegada de los Carmelitas a Europa, comienza un nuevo período en la historia de la Orden.
Poco más que los simples nombres de los superiores del primer período han llegado a nosotros: San Bertoldo, San Brocardo, San Cirilo, Bertoldo (o Bartolomeo) y Alan (1155-1247).
En el primer capítulo celebrado en Aylesfrod fue elegido general San Simón Stock (1247-65).
La Orden Carmelitana tal como estaba, solamente fue aprobada en el II concilio de Lyón (1274), pero San Simón obtuvo de Inocencio IV la aprobación provisional con ciertas modificaciones de la regla (1247).
Así la orden dejó de ser ermitaña y llegó a ser una de las órdenes mendicantes.
Su primer nombre, Fratres eremitae de Monte Carmeli – después de edificar una capilla en el Carmelo en honor de Nuestra Señora (1220) – , pasó a Eremitas de Santa Maria del Monte Carmelo y a Fratres Ordinis Beatissimae Virginis Mariae de Monte Carmeli.
La aprobación de la Orden en el segundo concilio de Lyon aseguró su permanencia entre las órdenes mendicantes.
Sancionó el ejercicio de la vida activa y apartado todos los obstáculos para su desarrollo, desde entonces se produjo con avances y retrocesos.
En el mismo siglo XIII, uno de los monjes carmelitas, San Simón Stock, recibe de manos de la mismísima Virgen María el escapulario, el símbolo de dicha congregación.
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Es a partir de entonces cuando nace la imagen de la advocación de Nuestra Señora del Carmen: el Niño y la Madre llevando el escapulario, la figura típica de dicha devoción mariana.
En los años 1434-1435, la regla sufrió una serie de cambios que fueron aprobados por el Papa Eugenio IV y que no gustaron a ciertos sectores de la orden.
Para ellos, la nueva regla suavizaba la observancia más antigua y forzó a que en el siglo XV, Juan Sorteh (1451-1471) empezara a movilizar un nuevo movimiento que llevaría en 1593 a la ruptura de la orden carmelitana en dos bandos.
De esta manera llegamos al siglo XVI, en esta época nos encontramos con Teresa de Jesús (1515-1582) y Juan de la Cruz (1542-1591), reformadores de la Orden.
Teresa de Jesús era una monja de un monasterio de la ciudad de Ávila (España) llamado La Encarnación.
Dios le inspiró el deseo de cumplir plenamente con la Regla de la Orden del Carmen, de esa manera fundó el convento de San José en la misma ciudad, el 24 de agosto de 1562.
Sin embargo no quiso que esta reforma sea tan solo para las monjas, sino que también que de ella participen los padres del Carmen, de esta manera se puso a buscar frailes que quisieran embarcarse en esta aventura.
Cuando la madre Teresa fundaba su segundo monasterio en Medina del Campo, se encuentra con fray Juan de Santo Matía (luego de la Cruz) y lo gana para la reforma.
Así el 28 de noviembre de 1568 se inauguró el primer convento de los frailes en un pueblito llamado Duruelo, recibiendo el nombre de Descalzos.
Es así como surgió la Reforma del Carmen, con el correr de los años, esta Reforma se independizó de la Orden del Carmen y tomó el nombre de Hermanos Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo (nombre que ostenta en la actualidad).
Se inició un periodo de la expansión de la nueva Reforma continuada en los siglos venideros.
De entre muchas monjas que formaron parte de las carmelitas descalzas cabe señalar a Santa Teresa del Niño Jesús, también conocida como Teresa de Lisieux (1873-1897) a Santa Edith Stein (1891-1942) a Santa Teresa de Los Andes (1900-1920).
Hay un gran repertorio en todo el mundo de grupos religiosos que siguen el espíritu carmelitano que realizan diferentes servicios en los países y pueblos donde residen, casi todo ellos dedicados a la educación, a los enfermos y a los marginados.
Todas estas órdenes fueron fundadas por monjas, sacerdotes o religiosos.