Domingo XXI del tiempo ordinario, hoy tenemos un precioso evangelio y muy conocido: el de Zaqueo.
En la homilía, D. Agustín sacó a un niño al presbiterio, simulando que fuese Zaqueo y les explicó a los niños y así mismo, a los mayores, como Jesús toca el corazón endurecido de Zaqueo y, exponiéndose a toda suerte de críticas y murmuraciones por ser el tal Zaqueo publicano y por tanto un corrompido recaudador de impuestos, se invita a entrar en su casa, pero con el fin de convertirlo, de curarle de su avaricia.
Y como cuando Zaqueo le dice lo de entregar la mitad de sus bienes a los pobres, Jesús contesta que hoy ha sido la salvación de esta casa.
Así pues, dejémonos nosotros también ablandar nuestros corazones por las enseñanzas y ejemplo de Jesús y pongamos nuestras ambiciones en lo que realmente importa y no en bienes materiales que, cuando acabemos nuestra estancia en este mundo, aquí se quedarán, pues desnudos venimos y de la misma manera nos iremos.